...Así
reía, mientras cabalgaba las riendas de su ciudad. Estaba teniendo un instante
de fecundidad? Enrulando el desierto ornamentado que constituia la ciudad
bulliente en un punto otro de cocción, en el vértice esquivo de ser ser poseída
por su recontra hija. Deseaba nadar en ella, reducir los detalles de sus planos
urbanísticos a corrientes que tiran lateral, vertical y diagonalmente el
semblante, y oscilan el simismo desde la vulva hasta el criterio común de las
veredas grises. La cabalgaba como a un potro salvaje y voluptuoso, bebiendo de
las bocas de sus errores de formación, aquella informalidad que no atrapó al
alma en su forma y la dejo salirse como sangre de sus heridas de primer grado,
desde la infancia de sus tiernos monumentos. Asi la fue vampirizando, desde
esas zanjas por donde el alma del mundo se dejaba ver. Las zanjas constituían
el ritmo de sus embarazos. Aquella santidad de la ciudad que engendraba la
astrología desde su propio caudal de tierra viva. Porque, por que no
redireccionar el concepto de santidad del cielo a la tierra? Inflándolo hasta
el reviente de vida y pronta adecuación. Así reía mientras se corría al mundo
como a un espeso cónyugue, denso e irresoluble, voluptuoso en ritmos. Y de
pronto todo el entorno caia en la misma textura para ser filtrado por la
perspectiva del centro de todos los puentes. Reducir todo a agua. Por que para
entender la naturaleza de la tierra hace falta comprender primero la del agua o
La muerte… así reía
martes, 19 de noviembre de 2013
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